Teología desde Ayotzinapa

Las cosas viven mientras viva alguien que las recuerde. Mi pueblo ha llegado a confiar más en la memoria que en la historia. La memoria como el fuego es radiante e inmutable, mientras que la historia sirve a quienes la controlan y a aquellos que extinguirían la llama de la memoria para apagar el fuego peligroso que es la verdad. Cuidémonos de esos hombres, pues ellos mismos son peligrosos e ignorantes, sus falsas historias están escritas con la sangre de los que podían recordar y de aquellos que buscan la verdad.
Antiguo proverbio indio


Con la novedad de que la teología desapareció del encabezado de Lecturas teológicas serias del caso Ayotzinapa.

Una superficial mirada a esta página podía advertir que no era la teología sino la seriedad1 lo que estaba sobrando. Es más, lo único que se apetecía sugestivo en este sitio era la posibilidad de encontrar análisis de Ayotzinapa desde lo teológico. Nos pasa lo que a Jesucristo, su impaciente hambre y la higuera maldecida, lo que se espera es que quienes hacen teología derriben ídolos y abran surcos en un mar de sangre, que faciliten el andar.

Pero más que sugerir rectificar quizá debamos aplaudir la honestidad del revire, el regurgitamiento, como se hace ante un espejismo donde lo que se ha bebido es arena. El intento de acercarse a Ayotzinapa —realidad irrefutable de la humanidad— ante tanta inmovilidad y detentación de la fe es ya toda una proeza. Ayotzinapa puede parecer un desierto sin oasis, un mar dragado donde lo teológico se prueba a fuego y se consume si no es genuino. Ayotzinapa es la zarza ardiente llamando y horadando las acomodaticias conciencias que se apacientan en los remotos suburbios del poder.

La teología que se nos proponía acercar a través de esas Lecturas serias del caso Ayotzinapa no llegaría. Tal como el hijo enviado a la viña del padre que dijo que iría y no fue (Mt 21, 28-32), ¿burocratismo farisaico en disputa o inmovilismo intelectualista que hace del mirar un culto y de los privilegios entronados una fe? Y no es que se dude que lo teológico pueda encontrarse en títulos de doctrina reflexionados inmaculadamente desde un parapeto sinaítico, más bien, la exigencia del quehacer teológico es ante todo a la acción-crítica-transformadora a favor de quienes sufren opresión, contra quienes aplastan la vida y la desaparecen.

El acto teológico que buscamos puede ser lo segundo en surgir, aparecerá no por la espera contemplativa o el espontaneismo reaccionario cortoplacista (en sus múltiples vertientes), después de todo y como el hijo que va a la viña ilustra, para que este misterio concientizador aparezca, lo que es necesario hacer es ir. En esta nueva conciencia liberadora Ayotzinapa es la viña del padre y es el hijo que asistirá a pesar de todas sus contradicciones, es el cuentista de la parábola —normalista de Nazaret— aterrizando lo celestial en carne propia.



1. Además que serias constituye una ambigüedad metodológica.

Mec por la Equidad

2 comentarios:

  1. Y si quiero que publiquen algún escrito o fotos o video, hay forma de colaborar

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